Tanguy de Bodinat nos cuenta su experiencia de viajes (wine tour) por los viñedos
Un comienzo lleno de viajes
Mi gusto por el viaje se desarrolló desde niño ya que tuve la fortuna de viajar mucho con mis papás en coche, en tren y en avión hacia destinos cercanos y lejanos. Me encantó la estimulación intelectual y espiritual causada al descubrir nuevos horizontes, paisajes y culturas.
Descubriendo la aventura
Recuerdo mi primer viaje solo a los 12 años a Estados Unidos. Mi mamá me inscribió en un campamento de aventuras en Utah y Colorado, lleno de caminatas, barranquismo, escalada y noches bajo la carpa. Me sentía en mi elemento, todo iba muy bien. El día de regreso, fui el único en volar unas horas después con mis compañeros, y me quedé varias horas solo en el aeropuerto de Denver, donde finalmente me quedé dormido y perdí mi vuelo. Ante el desconsuelo de un joven francés, obtuve el apoyo de Air France y pasé una noche en un hotel (con jacuzzi, recuerdo mi alegría al llegar), así que la historia tuvo un final feliz. En esta ocasión descubrí las peripecias y altibajos emocionales del viajero, cuando uno puede enfrentarse a situaciones difíciles que parecen insuperables y la capacidad para salir adelante lo mejor posible. Cultivé este gusto por los viajes de aventura y los viajes por carretera, ya sea con amigos o solo, en Europa, América del Sur y Asia, antes de finalmente instalarme en México para satisfacer esta necesidad de exotismo y aventura.
Combinando pasiones: El vino y los viajes
Cuando decidí crear Climats e importar vinos de bodegas familiares de Francia a México, aproveché la oportunidad de combinar mis dos pasiones: el vino y los viajes. Así que establecí firmemente uno de los pilares de Climats: solo importaremos bodegas que haya visitado previamente, de las cuales conozco el lugar, el método de viticultura, vinificación y crianza, así como a las mujeres, hombres o familias que producen los vinos. Esto me obliga a tomarme el tiempo para viajar y conocer a estas personas maravillosas que hacen vino. Francia es uno de los tres países que más vino produce junto con España e Italia, y tiene viñedos distribuidos por todo su territorio. 550,000 km2, 12 horas para atravesarla de norte a sur, 10 horas de este a oeste, eso es mucho kilometraje al volante. Y sí, porque para hacer un recorrido vinícola, el único medio realmente eficaz es el automóvil. Un viñedo, por definición, está en la naturaleza y, por lo tanto, lejos de los centros urbanos y estaciones de tren. Además, en cada región hay una multitud de viticultores para conocer, comparar y comprender la esencia y la identidad de un terruño, así como sus sutiles matices.
La preparación de un wine tour
Quiero compartir aquí mi experiencia y enfoque en los recorridos vinícolas, que probablemente no tengan nada de revolucionario. Kermit Lynch, por ejemplo, es una fuente de inspiración con su libro «Aventuras en la Ruta del Vino» parudo en el año 1988.
En mi opinión, la clave para un recorrido vinícola exitoso es el trabajo previo; la preparación. ¿A dónde vamos, con qué propósito y con qué objetivos? ¿De qué medios financieros y de tiempo disponemos? Una vez definidos, podemos elaborar un programa más preciso, por ejemplo, para una región que queremos explorar. Es claramente imposible visitar a todos los productores de una región vinícola clásica francesa, digamos “La Loire”, por ejemplo, con sus 35,000 hectáreas de viñedos y aproximadamente 1500 productores. La clave es seleccionar de antemano un número limitado y representativo de la región o subregión. Definir de antemano los productores que queremos conocer absolutamente. Esto requiere un gran trabajo de investigación para saber quién es quién, quién hace qué. Para eso existen muchos guías, periodistas especializados, críticos que hacen el trabajo; Internet también está bien surtido con comentarios de particulares. Las ferias son una buena opción ya que reúnen a muchos viticultores en un mismo lugar (es una buena manera de tener una idea antes de ir directamente al viñedo). Otro truco es que casi todos los pequeños productores de Francia están presentes en el catálogo de importadores especializados de Estados Unidos. Una vuelta a San Francisco puede ser útil para probar vinos antes de cruzarse el océano Atlántico.
Apoyarse de los mejores
Tuve la suerte de interesarme relativamente temprano / joven en el mundo del vino (durante mi carrera de escuela de comercio y, por lo tanto, de haber realizado experiencias profesionales con el mundo del vino desde ese momento (2009). He podido establecer vínculos y contactos numerosos en el mundo del vino en Francia. He hecho amigos enólogos, sommeliers, compradores, negociantes, catadores que me han transmitido su pasión y conocimiento y me han hecho ahorrar mucho tiempo. Son fuentes muy valiosas de información y me han permitido definir mis gustos en términos de vinos y orientarme hacia el perfil de productores que me gustan y busco (les agradezco sin mencionarlos, pero estoy seguro de que algunos se reconocerán).
Definir su estilo
Desde el comienzo de Climats, sé exactamente el estilo de vinos que estoy buscando: vinos de calidad, representativos de su terruño y región de origen, con una fuerte identidad y tipicidad, compatibles con la gastronomía. Porque para mí, y esto se lo debo a mi abuela Geneviève de Bodinat, el vino acompaña la mesa y las comidas. Para ir con la rica y variada gastronomía mexicana, se necesitan vinos delicados, que soporten las especias, las salsas grasas, las cocciones en aceite, las texturas crudas. Vinos con cierta frescura, acidez, equilibrio, no demasiado marcados por la crianza en madera nueva o por altos grados de alcohol.
Como armar la agenda de un wine tour?
Dicho esto, así es como procedo para mis recorridos vinícolas: Me centro en una región que quiero visitar, por ejemplo, el Loira. En esta región identifico las subregiones o AOC que quiero visitar absolutamente: Sancerre, Saumur, Chinon, Vouvray, Savennières. Para cada uno de ellos, defino la cantidad de productores que quiero visitar y eso me da la cantidad de días que debo pasar en cada lugar.
Hacer una buena visita significa pasar al menos 2 o 3 horas en cada viñedo. Es fundamental recorrer todo el viñedo, ver el tipo de suelo de las diferentes parcelas, las diferentes exposiciones de estas; el manejo de la vid, la densidad de las plantas, el tipo de viticultura practicada (por ejemplo, si el productor usa hierba entre las hileras, si labra con tractor, si hay vida en los suelos, si su discurso es coherente con todos estos elementos). Todo eso ya son elementos y fuertes indicadores de calidad del vino. Luego, es indispensable visitar la sala de vinificación y la bodega de envejecimiento, una vez más, más allá del discurso del productor, se puede observar la higiene del lugar, si utiliza la gravedad para preservar la integridad de las uvas y evitar el uso excesivo de bombas que pueden dañar los vinos, el tipo de contenedor que usa para la vinificación y el almacenamiento, los toneleros con los que trabaja y la edad de las barricas. La coherencia del discurso y del lugar dice mucho sobre lo que vamos a recibir en la copa. Y luego comienza la tercera y tan esperada etapa: la degustación.
Venir con buena condición física
Pero atención, hay que venir con un paladar y una condición de acero: una buena degustación comienza en tanque o en barrica con los vinos de la última cosecha. Un viticultor meticuloso trabaja su viñedo y vinifica de manera parcelaria, son tantos vinos potenciales para degustar. Antes de ver una etiqueta, a veces ya hemos probado una veintena de néctares. El orden de la degustación no importa mucho y a menudo pasamos de una barrica a otra, de un blanco a un tinto o viceversa. Llegar en forma ayuda a recordar los vinos, es complicado tomar notas con un vaso en la mano.
Y sin etiqueta, la cámara no ayuda. Luego viene la degustación por añada, una forma increíble de probar las diferencias de expresión de cada parcela, especialmente si el viticultor practica un trabajo y crianza similar, pero también para ver el impacto de la añada en el mismo vino. Donde quiero llegar es que difícilmente se pueden hacer más de 4 buenas visitas al día y eso es un régimen de campeón: la primera a las 8 de la mañana, luego a las 11, luego a las 2 de la tarde después de un breve almuerzo, y finalmente una última a las 5 de la tarde. El viticultor es un trabajador incansable, no cuenta sus horas y a veces ayuda a encajar una última visita hacia las 7 p. m. 4-5 visitas al día durante una, dos, tres semanas seguidas son intensas, especialmente porque hay que conducir entre cada cita. Por supuesto, hay que escupir… de lo contrario, se pierde la lucidez desde la primera cita. Me permito ingerir vino solo en la última cita, pero solo después de haber probado y escupido cada vino previamente.
Puede ser una buena estrategia dejar el viñedo que más te atrae para el final del día. Bueno, está bien… no voy a hacer de abogado del diablo, me ha pasado tomar pequeños sorbos cuando siento que el vino es realmente excepcional.
La importancia de la compañía
Vuelvo a la organización previa a un wine tour exitoso: hay que tener una agenda meticulosa, y eso implica conocer la distancia entre cada viñedo para llegar a tiempo. Desde el momento en que llegas tarde a una cita, retrasas todas las demás. Es ideal no estar solo en un wine tour. Esto permite descansar de vez en cuando durante los viajes y poder gestionar la organización. Conducir con un teléfono en la mano es complicado, especialmente si ya se está utilizando como GPS. Saber improvisar bocadillos es indispensable. A los viticultores les encanta hablar y sacar algunos ases adicionales, también están en el juego de seducción. Te tienen en la finca y en ese corto tiempo, pueden ganar un importador en un nuevo mercado. Saben que vas a visitar otras fincas y sacan toda la artillería, a veces viejas botellas de grandes añadas para impresionarte, y no vamos a ponernos exigentes, ¡nos encanta eso! La pausa para el almuerzo puede reducirse drásticamente y resumirse en baguette, embutidos, queso, aceite de oliva; todo eso se conserva bastante bien en la guantera. Ten cuidado, en Francia no te presentas sin avisar en una bodega, o a menudo no te recibirán o te recibirán mal. Un buen productor de vino pasa más tiempo en su tractor o en su bodega que en sus oficinas. Hay que jugar el juego: llamar o escribir un correo electrónico con anticipación, presentarse para obtener una cita y tener tu agenda establecida con precisión, llegar a tiempo y relativamente bien vestido, como en cualquier otra entrevista.
La experiencia única del vino en su lugar de producción
No hay nada mejor que probar un vino en el lugar de origen, en compañía de quien lo produce y lo hace envejecer. El vino es una memoria formidable del tiempo y las estaciones pasadas. Hay que liberarse del juicio del viticultor sobre sus vinos. El viticultor no espera un retorno técnico sobre cada uno de sus vinos, los conoce, los ha hecho. Pero el momento de intercambio y de compartir es importante. Más allá de los productos y el negocio, hay un contacto humano que se establece. La calidez humana del productor es claramente un criterio de selección. Para ellos también. Además, en mi opinión, un vino refleja la personalidad de quien lo hizo, su estado de ánimo o las circunstancias de su vida en ese momento, por lo que conocer su personalidad es indispensable.
Porque Climats?
El terroir (suelo + orientación) es el elemento más importante y significativo de la personalidad de un vino, seguido de las condiciones climáticas del año de producción. Esta combinación de suelo, orientación y condiciones climáticas es lo que se llama un climat en Bourgogne; y finalmente se suma el trabajo del hombre que da forma y hace que cada vino sea único. Esto inspiró el nombre del proyecto de «Climats» basado en la pasión de los hombres y mujeres que producen vino.